lunes, septiembre 30, 2013

Evangelio Septiembre 30, 2013

¿Quién será el mayor?
Lucas 9, 46-50.
Tiempo Ordinario.
Si queremos llegar a Cristo, el camino es la sencillez y humildad, hacernos pequeños ante los demás.
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 46-50

En aquel tiempo se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor». Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros». Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros».

Oración
Dios mío, permite que tenga este rato de oración con la sencillez, la confianza y la docilidad del corazón de un niño, consciente de mi pequeñez, de mi fragilidad y necesidad de dependencia, por ello te suplico, ven Espíritu Santo.

Petición
Señor, ayúdame a llevar a la práctica todas las enseñanzas que me deja tu Palabra.

Meditación del Papa Francisco
Haciéndolo así, ayudáis a transmitirla a la gente, y especialmente a los sencillos, a los que Jesús llama en el Evangelio "los pequeños". En efecto, "el caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador". Cuando vais a los santuarios, cuando lleváis a la familia, a vuestros hijos, hacéis una verdadera obra evangelizadora. Es necesario seguir por este camino. Sed también vosotros auténticos evangelizadores. Que vuestras iniciativas sean "puentes", senderos para llevar a Cristo, para caminar con Él. Y, con este espíritu, estad siempre atentos a la caridad. Cada cristiano y cada comunidad es misionera en la medida en que lleva y vive el Evangelio, y da testimonio del amor de Dios por todos, especialmente por quien se encuentra en dificultad. Sed misioneros del amor y de la ternura de Dios. Sed misioneros de la misericordia de Dios, que siempre nos perdona, nos espera siempre y nos ama tanto. (S.S. Francisco, 5 de mayo de 2013)

Reflexión
En esta ocasión, los discípulos también se preocupan por saber quién sería el mayor de entre ellos. Suele suceder que en un grupo humano siempre hay uno o unos pocos que mandan y que en definitiva son los importantes. Los importantes en este mundo ocupan los primeros puestos, tienen muchos servidores a su disposición y quieren que se les tome en cuenta.

Cristo conocía el corazón humano y conocía el corazón de sus doce pescadores. Por ello, les previene de la forma más sencilla, a través del ejemplo de un niño. Porque si hay alguien en esta vida que nos da ejemplo de sencillez, naturalidad, candidez, franqueza son los niños. Quien sino ellos son el ejemplo auténtico de humildad de espíritu.

Por tanto, recibir a un niño en medio de nosotros significa acoger en nuestro corazón todas las virtudes que él representa. Y del mismo modo si queremos llegar a Cristo no nos queda otro camino más que el de la sencillez y humildad, el del servicio desinteresado a nuestro prójimo y en definitiva el camino de hacernos pequeños ante los demás que significa cortar todo engreimiento, vanidad y presunción delante de nuestro prójimo, y vivir para los demás olvidado totalmente de uno mismo.

Propósito
Confiar humildemente en que, unido a Cristo, puedo alcanzar la santidad con la sencillez de un niño.

Diálogo con Cristo
Jesús, Tú alabas la sencillez, la pureza, la apertura y la docilidad de los niños. Me pongo de rodillas y te digo que quiero ser una persona casta, pura, que pueda mirar directamente a los demás, con respeto y con amor fraterno.
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Autor: Roberto Carlos Estévez | Fuente: Catholic.net

San Jerónimo, Presbítero y Doctor de la Iglesia

San Jerónimo, Presbítero y Doctor de la Iglesia
Septiembre 30


Martirologio Romano: Memoria de san Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Dalmacia, estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí recibió el bautismo cristiano. Después, captado por el valor de la vida contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se ordenó de presbítero. Vuelto a Roma, fue secretario del papa Dámaso, hasta que, fijando su residencia en Belén de Judea vivió una vida monástica dedicado a traducir y explanar las Sagradas Escrituras, revelándose como insigne doctor. De modo admirable fue partícipe de muchas necesidades de la Iglesia y, finalmente, llegando a una edad provecta, descansó en la paz del Señor (420).

El IV siglo después de Cristo, que tuvo su momento importante en el 380 con el edicto del emperador Teodosio que ordenaba que la fe cristiana tenía que ser adoptada por todos los pueblos del imperio, está repleto de grandes figures de santos: Atanasio, Hilario, Ambrosio, Agustín, Crisóstomo, Basilio y Jerónimo.

Este último nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340; estudió en Roma y allí fue bautizado. Su espíritu es enciclopédico: su obra literaria nos revela al filósofo, al retórico, al gramático, al dialéctico, capaz de pensar y escribir en latín, en griego, en hebreo; escritor rico, puro y robusto al mismo tiempo. A él se debe la traducción al latín del Antiguo y del Nuevo Testamento, que llegó a ser, con el titulo de Vulgata, la Biblia oficial del cristianismo.

Jerónimo es de una personalidad fortísima: en cualquier parte a donde va suscita entusiasmos o polémicas. En Roma fustiga los vicios y las hipocresías y también preconiza nuevas formas de vida religiosa, atrayendo a ellas a algunas mujeres influyentes patricias de Roma, que después lo siguen en la vida eremítica de Belén.

La huída de la sociedad de este desterrado voluntario se debió a su deseo de paz interior, no siempre duradero, porque de vez en cuando reaparecía con algún nuevo libro. Los rugidos de este “león del desierto” se hacían oír en Oriente y en Occidente. Sus violencias verbales iban para todos. Tuvo palabras duras para Ambrosio, para Basilio y hasta para su amigo Agustín que tuvo que pasar varios tragos amargos. Lo prueba la correspondencia entre los dos grandes doctores de la Iglesia, que se conservan casi en su totalidad. Pero sabía suavizar sus intemperancias de carácter cuando el polemista pasaba a ser director de almas.

Cuando terminaba un libro, iba a visitar a las monjas que llevaban vida ascética en un monasterio no lejos del suyo. El las escuchaba, contestando sus preguntas. Estas mujeres inteligentes y vivas fueron un filtro para sus explosiones menos oportunas y él les pagaba con el apoyo y el alimento de una cultura espiritual y biblica. Este hombre extraordinario era consciente de sus limitaciones y de sus propias faltas. Las remediaba dándose golpes de pecho con una piedra. Pero también se daba cuenta de sus méritos, tan es así que la large lista de los hombres ilustres, de los que hizo un breve pero precioso resumen (el De viris illustribus) termina con un capítulo dedicado a él mismo. Murió a los 72 años, en el 420, en Belén.
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Autor: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net

San Francisco de Borja, Presbítero Jesuita

San Francisco de Borja, Presbítero Jesuita
Septiembre 30


Tercer Superior General de la Compañía de Jesús
 
Martirologio Romano: En Roma, san Francisco de Borja, presbítero, que, muerta su mujer, con quien había tenido ocho hijos, ingresó en la Compañía de Jesús y, pese a que abdicó de las dignidades del mundo y recusó las de la Iglesia, fue elegido prepósito general, siendo memorable por su austeridad de vida y oración (1572).

San Francisco Borja nació en Gandía (Valencia) el 28 de octubre de 1510, primógenito de Juan de Borja y entró muy joven al servicio de la corte de España, como paje de la hermana de Carlos V, Catalina. A los veinte años el emperador le dio el título de marqués. Se casó a los 19 años y tuvo ocho hijos. A los 29 años de edad, después de la muerte de la emperatriz, que le hizo comprender la caducidad de los bienes terrenos, resolvió “no servir nunca más a un señor que pudiese morir” y se dedicó a una vida más perfecta. Pero el mismo año fue elegido virrey de Cataluña (1539-43), cargo que desempeñó a la altura de las circunstancias, pero sin descuidar la intensa vida espiritual a la que se había dedicado secretamente.

En Barcelona se encontró con San Pedro de Alcántara y con el Beato Pedro Favre de la Compañía de Jesus. Este último encuentro fue decisivo para su vida futura. En 1546, después de la muerte de la esposa Eleonora, hizo la piadosa práctica de los ejercicios espirituales de san Ignacio y el 2 de junio del mismo año emitió los votos de castidad, de obediencia, y el de entrar a la Compañía de Jesús, donde efectivamente ingresó en 1548, y oficialmente en 1550, después de haberse encontrado en Roma a San Ignacio de Loyola y haber renunciado al ducado de Gandía. El 26 de mayo de 1551 celebraba su primera Misa.

Les cerró las puertas a los honores y a los títulos mundanos, pero se le abrieron las de las dignidades eclesiásticas. En efecto, casi inmediatamente Carlos V lo propuso como cardenal, pero Francisco renunció y para que la renuncia fuera inapelable hizo los votos simples de los profesos de la Compañía de Jesús, uno de los cuales prohíbe precisamente la aceptación de cualquier dignidad eclesiástica. A pesar de esto, no pudo evitar las tareas cada vez más importantes que se le confiaban en la Compañía de Jesús, siendo elegido prepósito general en 1566, cargo que ocupó hasta la muerte, acaecida en Roma el 30 de septiembre de 1572.

Fue un organizador infatigable (a él se le debe la fundación del primer colegio jesuita en Europa, en su sierra natal de Gandía, y de otros veinte en España), y siempre encontró tiempo para dedicarse a la redacción de tratados de vida espiritual. Se destacó por su gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Incluso dos días antes de morir, ya gravemente enfermo, quiso visitar el santuario mariano de Loreto. Fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671, uno de los primeros grandes apóstoles de la Compañía de Jesús.
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Autor: P. Angel Amo | Fuente: Catholic.net

San Gregorio el Iluminado, Obispo

San Gregorio el Iluminado, Obispo
Septiembre 30


Fundador y santo patrón de la Iglesia Apostólica Armenia, llamado el segundo Iluminador de Armenia, tras los apóstoles Judas Tadeo y Bartolomé.

Martirologio Romano: En Armenia, san Gregorio, apellidado el Iluminador, obispo, que, después de sobrellevar muchos trabajos, se retiró a una cueva cerca de la confluencia del Éufrates ramificado y allí descansó en paz. Es considerado apóstol de los armenios (c. 326).
 
Etimología: Gregorio = aquel que está siempre preparado
 
Pertenecía a la línea real de la Dinastía arsácida, siendo el hijo de un parto de nombre Anak, que asesinó a Chosrov I rey de Armenia, y por lo tanto, trajo la ruina sobre sí mismo y su familia. Su madre se llamaba Okohe, y los biógrafos armenios afirman que la primera influencia cristiana que recibió fue en el momento de su concepción, que tuvo lugar cerca del monumento elevado a la memoria del santo apóstol Tadeo.
 
Educado en Cesarea de Capadocia por un cristiano noble llamado Euthalius, Gregorio solicitó, al llegar a la mayoría de edad, ser el encargado de evangelizar en la doctrina cristiana su tierra natal. A los 22 años se casó con una cristiana de nombre Mariam, de cuyo matrimonio nacen dos hijos, Vartanés y Aristakés. Tras siete años de enlace, interrumpen su vida matrimonial de común acuerdo, siguiendo las enseñanzas de san Pablo. Gregorio se va de Cesarea y Mariam se retira a un convento, para llevar una vida retirada, pero sin ser religiosa.
 
Evangelizador de Armenia
 
En ese momento reina el Armenia Tiridates III, hijo del rey Chosroes. Influido en parte por el hecho de que Gregorio era el hijo del enemigo de su padre, capturó a Gregorio y le sometió a un cruel encarcelamiento de catorce años en un agujero en la llanura de Ararat. En ese mismo lugar se levanta hoy en día la iglesia de Khor Virap, cerca de la histórica ciudad de Artashat.
 
Las crónicas ortodoxas describen numerosas y variadas formas de tortura sufridas por el santo, hasta llegar a ser juzgado y condenado a muerte en doce ocasiones, penas a las que sobrevivió, ayudado, según la tradición, por una mujer creyente que le llevaba cada día un trozo de pan.
 
Tirídates cayó en profunda tristeza, rozando con la locura y durante un día de caza, comienza una vida errante en el bosque, padeciendo un síndrome similar a la licantropía, ante el que nadie podía acercársele ni llevarlo al palacio. La hermana del rey tiene, según la leyenda, una visión, en la cual Dios le revela que solamente Gregorio, que está en la mazmorra de Artashat, puede curar a su hermano. Gregorio fue requerido para restaurar la razón del rey, en base a su reconocida santidad. Una vez en la corte, predica la religión cristiana y have oración a Dios para curar al rey Tirídates. Cuando éste sana, pide el bautismo y en 301, Armenia se convirtió en el primer país que adoptó el cristianismo como religión del estado.
 
Éxito
La causa del cristianismo parecía garantizada: el Rey, los príncipes y el pueblo compitieron entre sí en la obediencia a Gregorio. Como resultado, se establecieron numerosos monasterios, iglesias y escuelas. En 302, Gregorio recibió su consagración como Patriarca de Armenia de parte de Leontius de Cesarea. En 318 Gregorio nombró a su hijo Aristaces como su sucesor.
 
Hacia el año 331 se retiró a una cueva y vivió como un ermitaño en el Monte Sebuh, en la provincia de Daranalia en la Alta Armenia, y allí falleció pocos años después sin que nadie le acompañase. Cuando se descubrió que había muerto, su cadáver fue trasladado a la aldea de Thodanum (o Tharotan). Los restos del santo fueron repartidos por varios países a modo de reliquias. Se cree que su cabeza se encuentra en Italia, su mano derecha en Echmiadzin, Armenia, y su izquierda en la Santa Sede de Cilicia, en Antelias, Líbano.
 
A su muerte la Iglesia armenia se convirtió en extremadamente rica, pues además de los antiguos templos que el rey había confiscado para los católicos, se le otorgaron grandes extensiones de tierra. La iglesia se convirtió en la dueña de aproximadamente 10000 explotaciones ganaderas, que fueron utilizadas igual por el clero que por los príncipes. Era tal la importancia económica de la institución que durante las épocas de guerras la iglesia estaba obligada a ayudar al rey con soldados e impuestos. Se sabe que la iglesia, en un caso de necesidad, se vio obligada a proporcionar al rey 5.000 caballeros y 4.000 soldados de infantería.
 
La fuente más autorizada de la vida de Gregorio es Agathangelos, secretario del rey, cuya Historia de Tiridates fue publicado por el Mekhitarists en 1835. También aparece ampliamente en la Historiae Armenicae de Moisés de Chorene y en la obra de Simeon Metaphrastes. en 1749 se publicó en Venecia una biogrfía de Gregorio compuesta por el Vartabed Mateo, publicado en armenio, obra se tradujo al inglés por el reverendo S.C. Malan en 1868.
 
Gregorio es venerado en la Iglesia Católica Apostólica Romana, Iglesia Católica Armenia, Iglesia Apostólica Armenia, Iglesia Ortodoxa, Antiguas Iglesias Orientales y por las Iglesias Orientales Católicas.
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Fuente: vehi.net

Beato Federico Albert, Fundador

Beato Federico Albert, Fundador
Septiembre 30
 
Fundador de la Congregación de Hermanas de San Vicenta de Paúl de la Inmaculada Concepción

Martirologio Romano: En Lanzo, provincia de Turín, en Italia, beato Federico Albert, presbítero, que, siendo párroco, fundó la Congregación de Hermanas de San Vicente de Paúl de la Inmaculada Concepción, destinada a la redención de las gentes caídas en la miseria (1876).

Nace en Turín, Italia, el 16 de octubre de 1820. A los 15 años de edad se decide por la milicia, pero siente una voz interior y reflexiona sobre su vocación al sacerdocio e ingresa luego al Seminario.

Prosigue estudios en la Real Universidad de Turín, donde cursa teología. Recibe la ordenación sacerdotal en 1843.

Ejerce su ministerio como capellán de las Cortes, sin descuidar el apostolado de atender a las clases marginadas e inclusive a delincuentes. Su vida plena en virtudes y servicio al pueblo permiten que el monarca Víctor Manuel II (1820-1878) reconozca su magnífico servicio en el aspecto social.

Renuncia a su cargo en la citada capellanía para atender de tiempo completo a su feligresía y las personas necesitadas.

Contemporáneo de San Juan Bosco (31 de enero), intercambia con él sus ideas altruistas sobre instituciones de beneficencia. Su vasta misión comprende el establecimiento de orfanatorios, guarderías, casas de asistencia para jóvenes abandonadas, conservatorios, enseñanza de idiomas, normales para la formación de maestros, etcétera. Funda la congregación de Hermanas Vicentinas de María Inmaculada en 1869, conocidas como Hermanas Albertinas.

Por humildad declina al nombramiento episcopal.

Casi al final de su vida, en 1873 establece una colonia agrícola. Decorando su capilla sufre una caída que le ocasiona heridas y luego la muerte, en Lanzo Torinesse, el 30 de septiembre de 1876.

El 3 de septiembre de 1984 es beatificado por el Papa Juan Pablo II.
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Autor: Xavier Villalta

Santas Vera, Esperanza, Caridad y Sofía, Mártires

Santas Vera, Esperanza, Caridad y Sofía, Mártires
Septiembre 30


( 137 d.C.) En el siglo II durante el reinado del emperador Adriano (117-138) en Roma vivía la piadosa viuda Sofía (este nombre significa, sabiduría). Ella tenía tres hijas con nombres de grandes santos cristianos, Fe, Esperanza y Caridad. Siendo una cristiana muy creyente, Sofía educó a sus hijas en amor a Dios, enseñándoles a no apegarse a bienes materiales. La voz de que esta familia era cristiana llegó al emperador y decidió personalmente ver a estas tres hermanas y a su educadora madre.

Las cuatro se presentaron ante el emperador y sin temor demostraron su fe en Cristo Resucitado de entre los muertos y dando vida eterna a todos los que creyeron en Él. Admirado por la valentía de las jóvenes cristianas, el emperador las envió a una idólatra, a quien le dijo que tenía que hacerlas abdicar de la fe. Pero toda la argumentación y verborragia de la maestra idólatra resultaron vanos, pues con llameante fe las hermanas no cambiaron sus creencias. Nuevamente las trajeron ante el emperador, Adriano, quien comenzó minuciosamente a obligarlas a que ofrecieran ofrendas a los dioses paganos. Pero las jóvenes con certeza no cumplieron su mandato.
"Nosotras tenemos al Dios del Cielo," le contestaron, — nuestro deseo es permanecer siendo sus hijas y a tus dioses los escupimos y no tememos tus amenazas. Estamos prontas para sufrir y hasta morir por nuestro querido Señor Jesucristo.

Entonces el encolerizado Adrián ordenó a las jóvenes aplicarles diversos padecimientos. Los verdugos comenzaron con Vera (o Fe en español). A la vista de su madre y hermanas la azotaron sin límite, arrancándole partes de su cuerpo. Luego la colocaron sobre una llameante reja de hierro. Por la fuerza Divina el fuego no dañó el cuerpo de la santa mártir. Encolerizado Adrián no vio el milagro de Dios y ordenó que la arrojaran a una tina con resina hirviente. Pero por voluntad de Dios la tina se enfrió y no produjo ningún daño a la cristiana. Ordenaron decapitarla.

"Con alegría voy hacia mi Señor Salvador," dijo santa Vera. Con valor inclinó su cabeza bajo el sable y así entregó su alma al Señor. Las hermanas menores Esperanza y Caridad, apoyadas por la gran voluntad de su hermana mayor, soportaron martirios semejantes. El fuego no les ocasionó daño alguno, tras lo cual las decapitaron.

Santa Sofía no sufrió castigos físicos, pero le impusieron castigos más duros que los corporales, castigos espirituales por la separación de las hijas martirizadas. La sufriente madre sepultó los restos de sus hijas y durante dos días no se separó de sus sepulturas. Al tercer día el Señor le envió un pacífico final y recibió su alma en el seno Celestial.. Santa Sofía sufrió por Cristo, grandes penas espirituales junto a sus hijas, son santas veneradas por la Iglesia. Sus sufrimientos fueron en el año 137. Vera tenía entonces 12 años, Esperanza 10 y la menor Caridad — solo 9 años..

De este modo tres niñas y su madre demostraron que para los hombres fortalecidos por el Espíritu Santo la poca fuerza física no es de ningún modo obstáculo para manifestar la fuerza espiritual y entereza.. Con sus santas oraciones que Dios nos fortalezca en la fe cristiana y en la vida caritativa.

Santa Sofía (o Sonia), Mártir

Santa Sofía (o Sonia), Mártir
Septiembre 30

Santa tradicional, no incluida en el Martirologio Romano actual
 
Martirologio Romano (1956): En Roma, santa Sofía, Viuda, madre de las santas Vírgenes y Mártires Pistis (Fe), Elpis (Esperanza) y Agape (Caridad). († c.s.II)
 
Etimológicamente: Sofía = aquella que posee sabiduría, viene del griego.
Sonia = variante rusa de Sofía.

Sofía se veneraba juntamente con sus tres hijas: Pistis, Elpis y Agape, nombres que significan Sabiduría, Fe, Esperanza y Caridad.
 
Santa Sofía, sabiamente, enseñó a sus tres hijas en el temor de Dios. Cuando ella tenían ocho, diez y once años respectivamente, su madre se mudó a Roma y las llevó con ella. Todos los domingos, las cuatro visitaban juntas las diversas iglesias de la ciudad.
 
Santa Sofía hizo amistad con muchas matronas romanas y logró convertir a varias de ellas. Alguien denunció este hecho ante el emperador Adriano, quien al conocer a las tres niñas quedó tan prendado de ellas y de su hermosura que intentó adoptarlas como hijas, pero como a este proyecto se enfrentaran firmemente tanto las niñas como su madre, el emperador las condenó a diferentes tormentos.
 
De torturar a Fe, la mayor, se encargaron treinta y seis soldados, quienes primero la azotaron, y luego, delante de una enorme multitud, le arrancaron de cuajo los pechos. Cuantos presenciaron tan terribles escenas fueron testigos de que mientras las heridas que los azotes produjeron en el cuerpo de la jovencita brotaba leche en vez de sangre, de las de sus senos manaba sangre en lugar de leche. En vista de este milagro, el público empezó a protestar y a insultar al césar, calificando su proceder de injusto. Fe, a pesar de que estaba contenta de padecer aquellos suplicios por Cristo, unió sus voces a las de la multitud e despreció también al emperador. Entonces éste ordenó que colocaran a la doncella sobre una parrilla de hierro incandescente. Ilesa salió la niña de tan terrible tormento, tercero de la serie de ellos a que fue sometida, e ilesa salió del cuarto que a continuación le aplicaron, que consistió en ser arrojada a una sartén llena de aceite y de cera hirviendo, visto lo cual Adriano mandó a sus verdugos a que la degollaran, y a través de esta quinta tortura la santa niña murió.
 
Inmediatamente el emperador hizo comparecer a Esperanza, y como no logró doblegar su voluntad para que sacrificara ante los ídolos, ordenó que la metieran en una caldera en la que hervía a borbotones un líquido compuesto de grasas, cera y resina derretidas. Al introducir a la muchachita en el recipiente, las gotas que de él saltaron produjeron quemaduras en los infieles que presenciaban el espectáculo; pero, como a Esperanza aquel baño no le producía ni la más mínima lesión, Adriano mandó que la sacaran de la caldera y que le cortaran la cabeza con una espada.
 
Mientras duraron los martirios de sus dos hijas mayores, Sofía permaneció al lado de Caridad dándole ánimos, y ésta, a pesar de ser tan pequeñita, ni trató de congraciarse con el emperador, ni cuando le llegó el turno hizo caso alguno de los halagos ni de sus amenazas, por lo cual el impío Adriano mandó que la tendieran en el suelo y que le descoyuntaran todos sus miembros; después, la apalearon, luego la azotaron con varas, seguidamente la arrojaron a un horno encendido del que salían aparatosas y prolongadas llamas que alcanzaron y abrasaron a muchos idólatras que se encontraban cerca, presenciando el macabro espectáculo. La niña, sin embargo, totalmente ilesa, y radiante como el oro, risueña y feliz, iba de un lugar a otro, paseando contenta, entre el fuego de la hoguera. Desde el exterior los verdugos atravesáronle el cuerpo con barras de hierro al rojo vivo; mas como tampoco esto hiciera mella en el ánimo de la pequeña, Adriano mandó que la degollaran, como a sus hermanas. De este modo, Caridad, que había sufrido alegremente las pruebas a las que fue sometida, conquistó también la corona del martirio.
 
La santa madre, ayudada por alguno de los presentes, enterró los cuerpos de sus santas hijas, y postrada ante la tumba común, exclamaba:
 
- ¡Hijas mías queridísimas! ¡Yo quiero reunirme con vosotras!
 
Algún tiempo después Sofía murió en la paz del Señor. Su cuerpo fue enterrado por los cristianos en la misma sepultura de sus hijas. También ella fue mártir, puesto que padeció en sus entrañas maternales cada uno de los tormentos que padecieron sus tres hijas.
 
Adriano acabó su vida roído de podredumbre y de remordimientos, reconociendo que se había comportado inicuamente con aquellas santas y cruelmente con los adoradores de Cristo.
 
Esta historia se encuentra recopilada en la Leyenda Dorada.
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Autor: Xavier Villalta

Santos Víctor y Urso u Oso, Mártires

Santos Víctor y Urso u Oso, Mártires
Septiembre 30


(286 d.C.) Los Santos Mártires Víctor de Souleure y Urso, pertenecían a la gloriosa legión de los Tebeos, en Souleure en Francia. En tiempo del Emperador Maximiano fueron primeramente atormentados de varias maneras; pero habiéndose librado por una luz celestial que resplandeciendo sobre ellos derribó al suelo los verdugos, fueron metidos en una hoguera, y habiendo también salido sin lesión, al cabo los degollaron.
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San Simón de Crespy, Monje Eremita

San Simón de Crespy, Monje Eremita
Septiembre 30

Martirologio Romano: En Roma, san Simón, monje, antes conde de Crespy, en Francia, que, renunciando a la patria, al matrimonio y a todo, eligió la vida monástica y después la eremítica en las montañas del Jura, y reclamado muchas veces como legado de paz para conciliación entre príncipes, murió finalmente en Roma, siendo sepultado en la Urbe, en la basílica de San Pedro (1082).

Simón, conde de Crépy, en la región de Valois, estaba emparentado con Matilde, la esposa de Guillermo el Conquistador, y se educó en la corte de ese rey. Gozaba de la confianza y los favores de Guillermo, quien le llevó consigo a las campañas contra Felipe I de Francia para arrojarlo de las tierras de Normandía. Se dice que al término de aquella guerra, el padre de Simón murió en la localidad de Montdidier y éste se propuso transportar el cadáver hasta las tierras de Crépy para sepultarlo; y sucedió que en el largo trayecto el cuerpo del conde entró en descomposición y su hijo, después de velarlo toda la noche en solitaria meditación sobre lo transitorio de esta vida, sepultó los restos en el campo y regresó a la corte decidido a hacerse monje. Asimismo se afirma que acabó por convencer a su prometida, la hija de Hildeberto, conde de Auvernia, para que ingresara a un convento y así, un buen día, los dos novios huyeron juntos de la corte, pero no para casarse, como lo pensaban todos los cortesanos, sino para entregarse a la vida del claustro.
 
La joven quedó a buen resguardo con las monjas, pero cuando Simón se dirigía a otro monasterio para hacer lo propio, fue alcanzado por los enviados del rey, quienes le llevaron de nuevo a la corte. Ahí Guillermo el Conquistador le reveló al noble joven que deseaba casarlo con su propia hija Adela. Simón no se atrevió a rechazar directamente los ofrecimientos de su real benefactor, pero trató de demorar la boda y partió en viaje a Roma con el pretexto de averiguar en la Santa Sede si su proyectado matrimonio era legal en vista de que la hija del rey era su pariente. Pero ni siquiera llegó a la mitad del camino, porque a su arribo a la ciudad de Condal, en el Jura, se hospedó en la abadía de Saint-Claud, ahí tomó el hábito y no lo abandonó jamás.
 
Lo mismo que a muchos otros monjes pertenecientes a la nobleza, los superiores y los familiares de Simón insistieron para que emplease su influencia en arreglar discordias y restablecer los derechos. San Hugo de Cluny le envió ante el rey de Francia para que recuperase unas tierras que habían sido quitadas al monasterio y, asimismo, intervino activamente para obtener la reconciliación entre Guillermo el Conquistador y sus hijos. Cuando el Papa San Gregorio VII, en conflicto con el emperador, decidió concertar un acuerdo con Roberto Guiscard y sus normandos que ocupaban parte del territorio de Italia, mandó llamar a San Simón para que le ayudase en las negociaciones.
 
Estas concluyeron felizmente en la ciudad de Aquino, en 1080 y, desde entonces, el Papa conservó a su lado a Simón. Este murió en Roma y recibió los últimos sacramentos de manos del propio San Gregorio.
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Venerable Pedro Legaria Armendáriz, Párroco y Fundador

Venerable Pedro Legaria Armendáriz, Párroco y Fundador
Septiembre 30
 
Pedro Legaria Armendáriz, nació el 2 de junio de 1878 en el seno de una familia humilde en Tudela, ciudad presidida por el Corazón de Jesús y por el Inmaculado Corazón de María. Ellos fueron sus amores desde su tierna infancia, ya que desde los 6 años vivió bajo su protección y cuidado, al ser llevado al Hospitalillo de Huérfanos -a cargo de sacerdotes diocesanos- por quedarse repentinamente huérfano de padre, y su madre, mujer de gran piedad, tener otros 3 hijos, pequeños, a los que atender. De ingenio vivo, muy piadoso y trabajador, se percibe en él la semilla de una vocación sacerdotal, por lo que a los 11 años ingresa en el Seminario Menor de Tudela. Después, pasa al Seminario Mayor con una fuerte experiencia de la paternidad divina: "Soy todo de mi Dios,... soy nada sin Él como rayo de luz separado del sol" y de su vocación: "Si naciera treinta veces, otras tantas sería sacerdote."
 
Para D. Pedro, era tal el cuidado del Corazón de Jesús hacia su persona y toda la humanidad, que deseaba vivir sólo para El. La consagración del mundo entero al Sagrado Corazón por el Papa León XIII en 1899, fue para él una confirmación de estos anhelos que llenaban su interior y así en los Ejercicios de ese año escribe: "¡Oh, Jesús! ¡Oh amante de mi alma! Tú formas el centro de mis aspiraciones, la esperanza de mi vida, la vida de mi esperanza, el consuelo de mis tristezas. Y si peco, ¿estaré sin ti una eternidad?... Cuando miro tu Corazón, que es el embeleso del mío, me arrebatas; cuando beso tu costado y bebo tu sangre, me muero de amor y mi cabeza cae sobre tu corona. Y si peco, ¿no te besaré en el Cielo? Cuando te tomo en mis manos, te digo encantado: ¡Ven, Pequeñín! Y apenas te he tocado, me quema tu fuego. Y si peco, ¿no te abrazaré en el Cielo?"
 
Es tal el fuego que en 1901, recién ordenado subdiácono, hace un pacto con el Sagrado Corazón ofreciéndole su vida: "Yo tan débil, me consagro al Corazón de Jesús y quiero consumir todas mis fuerzas en su amor. No me abandones, Jesús mío, Alimento mío, Amor mío, Esencia mía".
 
Se ordena sacerdote en 1902 y en sus Ejercicios Espirituales sigue renovando el pacto: "¡Oh, Jesús! Sé el esposo de mi alma, el alma de mi vida, la vida de mi alma. Jesús mío, enséñame a ser lo que debo ser para ser todo tuyo y poder ganarte almas." Y añade: "Al Corazón de Jesús, le prometí ser sacerdote y apóstol."
 
Primero es formador y profesor en el Seminario de Tudela y pronto es enviado a un pueblecito cercano, Murchante, donde estará 36 años de párroco:
 
"El día 24 de marzo de 1906 será para mi alma de recuerdos imborrables. Solo, pero con el corazón henchido de gozo, salí camino de Murchante. Forjaba planes por el camino, anhelaba con todo mi corazón trabajar mucho, mucho, mucho por llevar las almas al Corazón de Jesús, a la Sagrada Eucaristía, a la Inmaculada. Estas eran mis ilusiones más queridas. Gocé mucho en este camino, solito con mi Dios. ¡Cuánto quiero quererlo!"
 
Aquellos anhelos ardientes -"inculcar por todos los medios el amor al Sagrado Corazón, mi consuelo y mi amor; quisiera introduciros en lo más profundo de su Divino Corazón..."-, se fueron haciendo vida: "Todos los viernes celebraré en el pueblo en el altar del Sagrado Corazón, los sábados en el de la Purísima y los 19 de cada mes, en el de San José; los domingos el pacto con el Corazón de Jesús. Amor intenso, profundo y confianza en su Corazón..." Las catequesis, la Comunión diaria y la Comunión temprana, las horas de Reparación del primer Viernes de Mes, la exposición del Santísimo todos los Primeros Viernes de mes desde la Misa Mayor hasta la noche, 70 Coros del Apostolado de la Oración, y 150 Marías que visitaban diariamente a Jesús Sacramentado, los Ejercicios Parroquiales a niños, jóvenes, hombres y mujeres,... son el testimonio de la sed que el Corazón de Cristo había impreso en su corazón: "¡Almas, Señor, almas! Cada alma es una gota de la sangre de Cristo que me dice ¡sálvala!"
 
El Reinado de Cristo se iba extendiendo de la mano de aquel apóstol. Eran muchos los que se acercaban a la Eucaristía diaria, y más los domingos y en las fiestas, especialmente en la fiesta del Sagrado Corazón. En la visita a Roma al papa Pío XII en 1952 D. Pedro le dijo: "Murchante es un pueblo eminentemente y prácticamente católico; de él han salido muchas vocaciones: religiosas, religiosos y sacerdotes." Y todos marcados con un mismo sello: "Que la presencia del Señor en el amorosísimo Corazón de Jesús, presida toda vuestra vida, todos vuestros actos, mejorándolos, perfeccionándolos, espiritualizándolos."
 
El 15 de junio de 1928 D. Pedro ve realizada esta Obra toda del Divino Corazón con el inicio de la vida en común de las tres primeras hermanas en la Casa de Ejercicios de Tudela: "¡Que el Sagrado Corazón sea el primero en entrar!" Y fue Jesús el primero en cruzar el umbral bendito de aquella Betania, para esperar a todos los que vendrían después buscando su amor, su gracia... Pronto la Obra se fue extendiendo y se fueron abriendo más casas; primero en España, después Venezuela, Colombia, Argentina, Congo, Francia, Italia,... El 3 de mayo de 1941 quedaba aprobada como Congregación de Derecho Diocesano.
 
Con el crecimiento de la Obra se le concede a D. Pedro en 1942 dejar la parroquia para dedicarse de lleno a formar a sus hijas: "Tenéis que ser un corazón en el Corazón de Cristo". "Arda en vuestras almas la sed de aquel Corazón Divino, que le consumía en las entrañas, porque nos amaba ardientemente y esa sed sea en nosotros un anhelo constante de salvarle almas, de padecer por Él, diciendo con fervor: tengo sed de almas, sed de tu reinado, venga a nosotros tu reino." "¡Qué dicha más grande si pasáramos nuestra vida toda, recostada nuestra cabeza, unido nuestro pobrecito corazón al Corazón de Cristo!"
 
En los últimos años de su vida D. Pedro pudo contemplar emocionado la fidelidad del aquel Corazón Divino del que tanto se había fiado y al que tanto había amado: primero, por el estímulo recibido en la audiencia privada con el Santo Padre Pío XII durante su viaje a Roma en 1952; por los frutos de santidad de los que había podido ser testigo, al visitar en su regreso por el Pilar, a otra santa, fundadora, con la que había mantenido una cordial relación en vida: Sta. Genoveva Torres; por la concesión de emitir los votos de la Compañía de Jesús en la hora de la muerte. Ya todo se iba cumpliendo... y aquella lámpara consumida para alumbrar el fuego divino, se iba apagando... hasta que por fin descansó en el Divino Corazón el 30 de septiembre de 1956.
 
La Iglesia lo declaró Venerable el 20 de diciembre del 2002, y su proceso de beatificación está siendo estudiado actualmente en Roma.
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Beata Felisa de Meda, Abadesa Clarisa

Beata Felisa de Meda, Abadesa Clarisa
Septiembre 30
 
Martirologio Romano: En Pesaro, en la región del Piceno, en Italia, beata Felisa Meda, abadesa clarisa. (1378-1444).
 
Nació en Milán. Muy pronto quedó huérfana, y tuvo que hacerse cargo de sus hermanos menores. A los 12 años hizo voto de santidad. Y a los 32, cuando ya había cumplido con sus deberes familiares, ingresó como religiosa clarisa de Santa Úrsula, no sin antes dejar todos sus bienes a sus hermanos y a los pobres. Pronto alcanzó un gran renombre por su piedad. Su hermana ingresó pronto en las clarisas, mientras su hermano ingresó en los franciscanos.

Después de 25 años de vida religiosa, donde se distinguió por su extrema regularidad y firmeza, y de sus continuas victorias ante las tentaciones, fue elegida abadesa del convento de Santa Úrsula, que bajo su gobierno fue modelo de virtud y de piedad.

Hacia el 1439, la duquesa de Pesaro, mujer de Galeazzo Malatesta, pidió a san Bernardino de Siena, que entonces era vicario general de los franciscanos observantes, que quería fundar un convento de clarisas en Pesaro, con la condición de que fuera Felicia, quien lo gobernase, san Bernardino de Siena no tuvo dificultad en convencer a Felisa de dejar Milán por Pesaro, con otras siete hermanas, para trabajar en la fundación querida por la duquesa Malatesta. Felicia obedeció a su superior, aunque le produjo cierto dolor alejarse, ya anciana, de la ciudad donde siempre había vivido, rodeada de un profundo cariño. Gobernó este convento con el mismo éxito que el anterior. Murió en este convento con fama de santidad.

San Amado de Nusco, Obispo

San Amado de Nusco, Obispo
Septiembre 30

Martirologio Romano: En Nusco, de Irpinia, en Italia, san Amado, obispo. (c. 1003 - 1093).

Nació en Nusco (Avellino), en una familia bien situada. Fue ordenado sacerdote muy joven y en el 1048, fue consagrado primer Obispo de Nusco, por el arzobispo de Salerno, san Alfano.
 
Restauró y edificó algunas iglesias, entre ellas la catedral dedicada a san Esteban protomártir; socorrió a los pobres, confió a los benedictinos el monasterio de Santa María en Fondigliano, y devolvió sus bienes a la Iglesia. Sobre su sepulcro se produjeron muchas curaciones.

Se ha afirmado que fue un monje de Montevergine, pero la fecha de su muerte hace que esto sea imposible. La leyenda le hace obispo gallego y une su vida a la de san Amado Ronconi. Patrón de la ciudad de Nusco.

San Antonino de Piacenza, Mártir

San Antonino de Piacenza, Mártir
Septiembre 30

Martirologio Romano: En Piacenza, en la región de la Emilia, en Italia, san Antonino, mártir. M. 286.

Soldado de la Legión Tebana, martirizado a la orilla del Trevia, (Piacenza); su sangre, conservada, tiene la propiedad de licuarse.