miércoles, enero 30, 2013

San David Galván Bermúdez, Presbítero Mártir

San David Galván Bermúdez, Presbítero Mártir
Enero 30

México 1915. Nació en Guadalajara, Jalisco., el 29 de enero de 1881. 
Profesor del Seminario de Guadalajara. Su gran caridad para con los pobres y los trabajadores le hicieron organizar y ayudar al gremio de zapateros, oficio que ejerció al lado de su padre. Defensor de la santidad del matrimonio, ayudó a una jovencita perseguida por un militar, quien ya casado pretendía contraer matrimonio con ella. Esto acarreó al padre Galván la enemistad del teniente que, al final, se convirtió en su verdugo.

El 30 de enero de 1915, por auxiliar espiritualmente a los soldados heridos en un combate efectuado en Guadalajara, fue tomado prisionero. En espera de la ejecución su compañero de prisión le comentó que no había desayunado, y el padre Galván tranquilamente le dijo: "Hoy vamos a ir a comer con Dios". Y, frente a los encargados de ejecutarlo, se señaló serenamente el pecho para recibir las balas.
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Fuente: oremosjuntos.com
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Mártir Mexicano 1881-1915
En la ciudad de Guadalajara, Jal., en el barrio de "El Retiro" se encuentra el templo neogótico de la Virgen del Rosario, conocido como el templo del Padre Galván, a donde mucha gente acude para visitar la tumba que guarda los restos del sacerdote sacrificado el 30 de enero de 1915.
Hijo del señor J. Trinidad Galván Trejo y de la señora Mariana Bermúdez Rodríguez, nació el 29 de enero de 1881 en Guadalajara y recibió el bautismo el 2 de febrero en el templo de Nuestra Señora del Pilar.

A la edad de 3 años falleció su madre y quedó bajo el cuidado de su padre y sus hermanos, y de su madrastra Victoriana Medina. Recibió el sacramento de la Confirmación el 19 de septiembre de 1886 en el templo llamado de la Universidad, o sea el del Santo Tomás, que perteneció en su tiempo al Colegio de los Jesuitas; años más tarde convertido en oficina de Telégrafos y actualmente como Biblioteca-Museo. Siendo niño David Galván participó como monaguillo y en el coro de Infantes de la Catedral de Guadalajara.

Pronto le manifestó a su padre que deseaba entrar al Seminario y él aceptó llevarlo a matricular en octubre de 1895. Allí cursó como alumno aplicado y con muy buenas calificaciones los cinco años de latín y humanidades. Terminados se salió del Seminario.
Los tres años que estuvo fuera del Seminario, trabajó en un taller de zapatería y como profesor de escuela primaria. Tuvo una conducta algo disipada y con extravíos en ese tiempo, incluso fue encarcelado por agredir a su novia.

Pasada esta experiencia, el joven David, con veintiún años de edad, sintió de nuevo el deseo intenso de volver al Seminario, porque oía en su interior el llamado de Dios; acudió con empeño a la oración y a los actos de culto; visitaba al Santísimo y a la Virgen de Zapopan y la invocaba diciéndole:
"Madre mía, dame acierto para conocer mi vocación".
Antes de admitirlo, el Prefecto del Seminario, Miguel de la Mora, lo sometió durante un año a pruebas rigurosas que él superó muy bien, porque con vivo deseo y por motivos verdaderamente sobrenaturales quería David ser admitido. Ya de nuevo seminarista observó muy buena conducta como alumno ejemplar, piadoso y aplicado con brillantes estudios, ocupando casi siempre el primer lugar en las clases.

El sábado 7 de noviembre de 1903 el señor Arzobispo José de Jesús Ortiz le confirió la Primera tonsura Clerical y el día 23 de diciembre de 1905 las Ordenes Menores.

En octubre de 1907, al principio del año escolar, fue nombrado maestro del 2º. Curso de Latín en el Seminario de Guadalajara; en este curso y en los seis años que fue profesor del Seminario se desempeñó con gran estimación de los superiores por el buen éxitos de sus clases y el aprovechamiento de los alumnos, que lo querían mucho por su sabiduría y el fiel cumplimiento en las clases de latín, lógica, derecho natural y sociología, que impartió en los años de 1908 a 1914.
En el año de 1909 por el ministerio del señor Arzobispo José de Jesús Ortiz, en el templo de la Soledad, cercano a la Catedral (destruido en 1950 para dejar su sitio a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres) el joven David Galván fue ordenado diácono y el 20 de mayo, fiesta de la Ascensión, recibió la Ordenación Sacerdotal.

En septiembre de 1910, toda la República Mexicana se aprestaba a celebrar el primer centenario de la proclamación de su independencia. No hubo ciudad o rincón de nuestra nación que no lo conmemorase.

Juan Robles Hurtado, presidente municipal de Mascota, Jal., asistió a las fiestas centenarias en la capital de México, y quiso llevar consigo a su hermano José María Robles, quien había terminado para entonces sus exámenes con calificación máxima.

El seminarista José María Robles a su vez invitó al Padre David Galván, entonces su profesor de Lógica. "Indio de recia musculatura ancestral, carente de un ojo, pulcro de alma y cuerpo (todos los días se bañaba), muy estimado de sus discípulos por su varonía". (Así describe al Padre Galván el Pbro. Ramiro Camacho).

Que afortunado el abuelo Juan Robles Hurtado al realizar este viaje acompañado de dos Santos Mártires. Nuestro Tío San José María Robles dejó un largo e interesantísimo diario de este viaje:

Día 23 de septiembre. "Yo me vine a la casa a escribir los apuntes que estaban atrasados y Juan con el P. Galván, visitaba los pintorescos pueblos de Atzcapotzalco y Tacuba"...

Día 24. "Misa en Catedral. Tempranito tomamos el tranvía a Coyoacán para ver la Exposición Ganadera en Tlalpan... Conocimos los pintorescos pueblos de San Ángel y Coyoacán"...
Día 25. "Otra vez a la Basílica y como a las 6, acompañando al Padre Galván, conocimos las más preciadas donaciones y alhajas que posee la Virgen... Después de la cena salieron Galván y Juan a pasear... Nos recogimos con la ilusión de marchar a la siguiente mañana a Veracruz".
Día 26. "Marchamos a tomar el tranvía de Santa María y llegamos a la Estación del Ferrocarril Mexicano, después de comprar los boletos, nos acomodamos...

El P. Galván nos acompaña... ¡Caramba!, con un calor de 40 grados tengo que hacer mis apuntes... en el cuarto número 14 del Hotel América en Veracruz"...

Día 27. "Comimos y luego visitamos todo Veracruz... El P. Galván y yo, hemos andado de particulares, porque aquí hay mucho anticlericalismo; casi no hay piedad... La corona la hemos dejado crecer (se refiere al cabello de la corona de la cabeza que es rapado a los clérigos cuando son tonsurados); apenas si se nota; de suerte, que ni por mal pensamiento se puede suponer que seamos eclesiásticos"...

Día 30. "De regreso... Dejamos la histórica Querétaro, y más tarde, cuando dormíamos Juan y yo, se separó el compañero de viaje, el P. Galván, sin despedirse. Tal vez no quiso interrumpir nuestro sueño. El Padre Galván iba a Aguascalientes, y en Irapuato, hay cambio de tren".

En el Informe del Seminario de 1911 el Rector, presbítero Dr. José Mercedes Esparza, hizo un público reconocimiento al Padre Galván por su meritoria labor como director de la revista del Seminario, "Voz de Aliento", que publicó diecisiete números de diciembre de 1910 a marzo de 1912 con veinte páginas cada ejemplar.

En los años de 1909 a 1914 el Padre Galván también fue Capellán del Orfanatorio de la Luz y del Hospital de San José, situados en el barrio de la Capilla de Jesús; y con gran caridad y finas atenciones trató a los enfermos, a las niñas huérfanas y a las hermanas religiosas encargadas de estas casas.

Los testigos declaran que el Padre Galván celebraba con gran devoción la Santa Misa, a la cual se preparaba con una hora de oración, y después daba gracias con gran fervor. Pasaba largos ratos en oración frente al Santísimo, todos los días, por la mañana y en la noche, en el templo de Santa Mónica, anexo al Seminario (el edificio del Seminario es actualmente ocupado por las instalaciones de la XV Zona Militar). En su vida sacerdotal dio ejemplo de muchas virtudes porque fue sencillo, humilde, obediente y servicial; tenía gran devoción a la Santísima Virgen María, y la honraba diariamente con el rezo del Santo Rosario e inculcaba esta devoción a los niños.
Se esforzó en mortificar sus sentidos para evitar las ocasiones de pecado y tener pureza en todos sus actos.

Procuró siempre ayudar a los necesitados proporcionando instrucción a los ignorantes, medicinas a los enfermos y auxilios espirituales a los moribundos, sin lograr impedírselo la lluvia, el frío, el sol, las barrancas, o los más graves peligros.

En el mes de julio de 1914 entró a Guadalajara la tropa del ejército del general Venustiano Carranza, y atropelló templos, conventos, seminaristas, religiosos y sacerdotes. En estos días los alumnos y los maestros del Seminario fueron dispersados por las fuerzas del ejército.
Por esta razón el Padre Galván fue destinado en ese año, como vicario, a Amatitlán, Jal. En este lugar una joven le pidió un consejo, ya que Enrique Vera, militar carrancista, quería seducirla, siendo este casado. El Padre Galván le aconsejó que se escondiera y esto mismo aconsejó a sus padres. Esta muchacha cometió la imprudencia de platicarlo a Vera, despertando en este militar un verdadero odio al sacerdote, quien esperaba la oportunidad de vengarse.

A fines del año 1914 llegaron para aprehenderlo dos escoltas militares del teniente Enrique Vera, por el rumor de que el Padre se iba a levantar en armas. Al detenerlo, pidió a los soldados permiso de consumir el Sagrado Depósito del Sagrario y se lo concedieron; pero los soldados se metieron al templo, hasta cerca del altar, llevando el sombrero puesto y fumando, por lo que el Padre Galván sintió gran indignación.

Los soldados se lo llevaron preso a Tequila, Jal., y permitieron al señor Juan González Mercado acompañarlo. Tanto en el camino, por el cerro, como en el cuarto en que los encerraron, los dos tuvieron la oportunidad de fugarse; y eso le aconsejaba don Juan que hicieran, pero el Padre Galván no quiso hacerlo y le contestó:
"No debo nada, ni estoy ligado a nadie, solamente temo que nos maten por usted, por su familia, ya que nomás viene a acompañarme".

También lo tuvieron preso en Ameca, Jal., y después en Guadalajara en la prisión de Escobedo. En el mes de diciembre lo dejaron en libertad y los superiores de la curia Diocesana tuvieron el proyecto de destinarlo a El Salvador y Atemanica, Jal., y él estaba dispuesto a irse, pero nunca le entregaron el nombramiento.

El 18 de enero de 1915, doce días antes de su muerte, se pasó más de seis horas auxiliando heridos en la línea de fuego en un terrible combate que sostuvieron los villistas y carrancistas en Las Juntas, Jal.
En la madrugada del sábado 30 de enero los soldados villistas de Julián Medina atacaron a los carrancistas que tenían dominada la ciudad de Guadalajara, y muchos cayeron mortalmente heridos. El Padre Galván estaba hospedado en una casa del barrio del Santuario, por la calle Pedro Loza, y se levantó pronto para ir a auxiliar a los heridos. Aunque le decían que no saliera porque lo matarían, el Padre Galván les contestó:
"¡Qué mayor gloria que morir salvando un alma a quien acabo de absolver!".
Y salió a invitar al Padre Rafael Zepeda Monraz a confesar heridos, pero este sacerdote no quiso acompañarlo con tanto peligro y le dijo que no le obligaba ir porque no era párroco ni ministro, a lo cual el Padre Galván le contestó: "No por obligación, sino por caridad".

Le pidió la ampolleta de los Santos Oleos y se fue al templo de la Soledad, cercano a la Catedral, e invitó al Padre José María Araiza a auxiliar a los que iban a fusilar, porque tenía permiso del general. Enseguida caminaron los dos hacia el Jardín Botánico y al pasar frente al cuartel, les preguntaron los soldados qué si eran frailes y ellos contestaron que sí eran sacerdotes, por lo cual los soldados los detuvieron.

El teniente coronel Enrique Vera aborrecía al Padre Galván porque antes le había impedido seducir y raptar a una señorita. Ese mismo día Vera ordenó que encerraran a los sacerdotes en un cuarto del cuartel. Esto lo hizo por su odio a la fe y para vengarse del sacerdote.
Estando presos como dos horas, los dos sacerdotes hicieron su confesión sacramental y se dieron mutuamente la absolución. A las palabras del Padre Araiza, que lamentaba no haberse desayunado, el Padre Galván le contestó:
"No importa, nos vamos a comer con Dios".
En aquel entonces Petra Lozano Torres tenía nueve años de edad y hoy es, al parecer, la única testigo sobreviviente del caminar del Padre Galván hacia su martirio:
"El cuartel de los villistas estaba en la calle Juan Álvarez, antes de llegar a Venustiano Carranza; nosotros vivíamos en Humboldt, en una vecindad de tres patios; en uno de ellos vivían algunos villistas. El 30 de enero de 1915 los villistas se dirigieron a la vecindad a cambiarse sus ropas; se iban a disfrazar para distraer a los carrancistas".

Rosalío Lozano, papá de Petra, les preguntó a los villistas la razón de su encuartelamiento y le dijeron que habían llevado presos a dos sacerdotes, el Padre Galván y el Padre Araiza.
Con la autorización del general Manuel M. Diéguez, gobernador del Estado, el militar carrancista Enrique Vera ordenó al pelotón de soldados que llevaran a los dos sacerdotes a la calle Coronel Calderón junto a la pared oriente del Hospital Civil y que allí los fusilaran.
Cuando los sacaron, Petra y su hermano menor se asomaron por las "hendiduras" de las puertas de su casa, el Padre David -recuerda Petra- traía las manos atadas en sus espaldas y su cabeza con la vista hacia abajo; de su cuello colgaba una larga bufanda blanca.
Eran las doce del día 30 de enero de 1915; el Padre Galván, dándose cuenta que su muerte era inminente, entregó a los soldados las monedas y otros objetos personales y la ampolleta de los Santos Oleos.
Enseguida se quitó el sombrero, y sin permitir que le cubrieran los ojos, les dijo a los verdugos, señalándose el pecho: "Peguen aquí". El subteniente Martín Ocampo ordenó la ejecución, los soldados dispararon las armas y el Padre cayó fusilado derramando su sangre, víctima del odio a la religión de Jesucristo.

Petrita, a punto de cumplir sus 95 años de edad, recuerda la escena perfectamente; no tuvo oportunidad de conocer al Padre Galván con anterioridad, pero después de estos hechos, ella, al igual que muchas otras personas, comenzaron a venerarlo y a llevarle, al lugar de su muerte piedritas y veladoras con las que al tiempo le formaron un altar, hasta que "de seguro al gobierno no le pareció y acabaron con esa devoción", comentó doña Petra.
Los familiares y amigos pidieron a las autoridades civiles y militares la libertad para los dos sacerdotes, pero cuando llegaron con la orden del indulto ya habían fusilado al Padre Galván, y sólo pudo aprovechar el indulto el Padre José María Araiza, a quien todavía dejaron preso cinco días hasta que pagó gran cantidad de dinero. 
Al poco rato se presentaron las autoridades a recoger el cadáver del Padre Galván para llevarlo al anfiteatro del Hospital de Belén y seguir los trámites oficiales y, no obstante saber que se había visto muerto por fusilamiento, todavía le hicieron la autopsia "de rigor".

Los despojos del Padre Galván, luego de tan escrupuloso seguimiento de la ley, fueron recogidos por las profesoras María Dolores Alcaraz y María Soledad Dueñas quienes los colocaron en un ataúd y lo condujeron en medio de silenciosa marcha y de una multitud, hasta el colegio del Niño Jesús, que se ubicaba en la calle de Pedro Loza, donde fueron velados toda la noche por gente piadosa y por sus discípulos, amigos y compañeros.
El sepelio fue impresionante, la tarde del domingo 31 de enero de 1915. El cortejo fúnebre fue apoteótico, formado por multitud de personas de todas las clases sociales, no obstante el temor que infundían en ese momento las circunstancias.

Desde ese día, los fieles han considerado mártir al Padre David Galván; pronto se extendió esa veneración y es una tradición que se conserva viva aún hoy día.
En junio de 1922 los restos del Padre David Galván fueron depositados en un templo en construcción, próximo al lugar del martirio, la actual Parroquia de Nuestra Señora del Rosario, en el barrio de El Retiro, de la ciudad de Guadalajara, Jal.

El Padre David Galván fue declarado Beato por el Papa Juan Pablo II el día 22 de noviembre de 1992 en ceremonia celebrada en la Basílica de San Pedro en Roma, junto con sus 24 Compañeros Mártires Mexicanos.

En el gran Jubileo del año 2000 de la Encarnación de nuestro Señor Jesucristo, el Papa Juan Pablo II celebró, el domingo 21 de mayo, la Canonización de los Santos Mexicanos: Cristóbal Magallanes y Veinticuatro Compañeros Mártires, incluido el Padre David Galván Bermúdez, junto con el Padre José María de Yermo y Parres, y la Madre María de Jesús Sacramentado Venegas.
Doña Petra trata de impulsar la devoción a San David Galván, platicando los favores que le ha hecho el mártir. "Hace 14 años me fracturé esta pierna, le pedí al Padre Galván que no quedara inválida; duré tres meses enyesada y aquí me tienen", dijo, convencida de su fe y demostrando un gran amor a su Santo.
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Dios todopoderoso y eterno, que concediste la gracia de morir por Cristo a tus Santos Mártires Mexicanos, ven en ayuda de nuestra debilidad, para que podamos dar con nuestra vida el mismo testimonio de Tí que ellos no dudaron en dar con su muerte.
Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
¡San David Galván Bermúdez, ruega por nosotros!
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Autor: Lic. Juan Manuel Robles Gil
Fuente: oremosjuntos.com

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